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Segundo epílogo

Abril de 2022

Konnor envolvió los brazos alrededor de los hombros más bonitos del mundo. Se inclinó hacia Marjorie y le enterró la nariz en el cabello para inhalar su aroma a hierbas, flores silvestres y naturaleza. No tenía ni idea cómo podía oler a las Tierras Altas luego de dos años de vivir en Los Ángeles.

Marjorie entrelazó los dedos con los suyos, y Konnor se llevó su mano a la boca para besarle los nudillos. Marjorie le sonrió con dulzura y se apoyó la mano libre en el vientre para sentir a su bebé. El sol del atardecer le coloreaba el rostro de tonos dorados y anaranjados. Marjorie no se bronceaba, su tez aún era obstinadamente escocesa y hermosa como la porcelana.

Del patio de cemento se oía la música de playa y las voces de sus amigos y su familia. El patio daba a un gran jardín y tenía una vista panorámica del centro de Los Ángeles. ¿Acaso había algo que se viera más distinto a la Escocia medieval? A pesar de eso, su hermosa esposa y su hijastro se sentían en casa allí. Konnor se había asegurado de eso.

A unos metros de ellos, Colin, que ya tenía una delgada línea de vello facial sobre el labio superior, dio vuelta una hamburguesa, y de la barbacoa se elevó una nube de humo y olor a carne asada. Konnor le había enseñado a Colin su receta de filetes, y el muchacho los asaba como un profesional. Era algo extraño para un adolescente, pero Colin no era un niño común y corriente. Konnor pensó que quizás esa era una forma de mantenerse ocupado alrededor de los adultos. Mark se encontraba de pie al lado de la barbacoa y hablaba de fútbol con él, mientras la mamá de Konnor organizaba los regalos del baby shower en el interior de la casa.

Andy se detuvo al lado de Konnor y le apoyó una mano sobre el hombro.

—Es una buena fiesta. —Miró a Marjorie—. Margie, ¿cómo lograste convencer a este lobo solitario de hacer un evento social?

Marjorie se rio.

—No creo que nadie pueda convencerlo de hacer nada que no quiera hacer.

—Yo creo que hay una persona que puede —la contradijo Andy.

Konnor ocultó una sonrisa y, sin que nadie lo viera, apretó el trasero perfecto de Marjorie. Lo cierto era que él había sido el que sugirió hacer el baby shower e invitar a sus amigos y familiares. No cabían dudas de que era un lobo solitario, pero ahora tenía a su compañera, su pareja, y también a su lobito y a otra más que estaba a punto de nacer. Junto a ellos, deliraba de felicidad y quería compartirla con sus seres queridos.

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